“Con las botas bien puestas” o ellas no cantan solas*

Ricardo Bajo H. 
Memoria, proyección de futuro. Estas son las últimas cuatro palabras de la obra teatral “Con las botas bien puestas” de Antonio Peredo. Cuatro mujeres cantan al inicio, cantan al final (una de Carlos Mejía Godoy sobre el cuerpo hermoso de todas ellas). Pero esta vez, las mujeres, que van a poner el cuerpo (otra vez), ya no cantan solas. La vieja radio que trae buenas y malas es el centro. Alrededor están las cuatro mujeres y el público en casi círculo, en comunión, en un espacio íntimo construido, en un “bunker” a prueba de balas.
“Con las botas bien puestas” nos pone en frente a una tentación: la tentación de olvidar, de sepultar el horror de la dictadura y el Plan Cóndor, la crueldad de la tortura. Las cuatro mujeres gritan los nombres de otras compañeras humildes que nadie ve, que nadie quiere recordar. Cosen y tejen. Y gritan los nombres pintados en las paredes. Las “veteranas” actrices Daniela Lema y Claudio Ossio soportan el peso de un obra dura, altamente emotiva; Tania Quiroz y Alexis Maceda acompañan, no desentonan en un reparto coral desdoblado, sin altibajos.
La obra, escrita y dirigida por Antonio Peredo, llega con un sobrecogedor tono personal: las cuatro mujeres son su madre María Martha González (ELN) recientemente fallecida y también son todas las compañeras de lucha (los hombres esta vez brillan por su ausencia salvo alguna lamentable “presencia”).
“Con las botas bien puestas” es teatro político del bueno, más necesario que nunca, insurgente, transgresor. La obra no cae en el panfleto fácil, no recurre a la nostalgia barata. Mas al contrario, arroja luz a una de nuestras más monstruosas y repugnantes zonas de penumbra. Es una pieza dramatúrgica de inusual profundidad, escrita desde las entrañas, con oficio, a ratos con amor, a ratos con odio, como los puños del falso reverendo interpretado por Robert Mitchum en “La noche del cazador” de Charles Laughton.
El teatro no es solo un lugar para el entretenimiento, es también un tiempo para el (auto) conocimiento colectivo. “Con las botas bien puestas” funciona como catarsis, como encuentro. Los personajes abrazan a las mujeres reales inspiradoras de la obra. En los cuatro días de representación (del jueves 28 al domingo 31 de marzo) una “banda sonora” se repite de fondo en las gradas: sollozos, pañuelitos de papel mojados, lágrimas de tristeza y… de alegría. Y ramos de flores para (no) olvidar el mal, para proyectar la memoria.

*Artículo publicado en el periódico La Razón, 5 de abril de 2019, La Paz – Bolivia

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